Mi propuesta pasa por asumir, primero, que el dolor es una percepción. No se percibe el dolor, el dolor es la percepción. El dolor es la percepción de una lesión en nosotros mismos, en el cuerpo que somos. El sufrimiento comienza cuando no podemos asumir este dolor, cuando el dolor no es aceptado. La línea que separa ambos comienza, por supuesto, inconscientemente, y bulle hasta la superficie de la consciencia como si tuviera vida propia en nosotros. La separación entre sufrimiento y dolor surgió como recurso (y en su efectividad reside el salto de la semántica a la ontología) para superar un problema en la práctica, en el entrenamiento marcial, frente al abandono del grupo de entrenamiento de profesores de un compañero. Su abandono vino dado por no ser capaz de soportar los entrenamientos, por el dolor que comportan.
Haciendo algunos experimentos con el grupo de karate de la Universidad que impartía, les propuse esta nueva ¿puedo ya decir ontología? del dolor. La lesión como el daño material del organismo, del cuerpo. El dolor como la percepción de una lesión, sea esta real o imaginada (que no imaginaria), tenga esta la magnitud que tenga. El dolor como el esfuerzo de`epoge` de la percepción, para la aceptación plena de la misma. El sufrimiento como fracaso de la aceptación, presente siempre, vencedor sólo en la rendición.
Con esta propuesta trabajaron más duro de lo que habían trabajado nunca, tratando de escuchar a su cuerpo (tratando de escucharse a sí mismos), trazando nuevos límites en las sensaciones, y aprendiendo a escuchar y a comunicarse con el compañero con el que trabajaban, que debía hacer lo mismo.
El cuerpo no habla una lengua fácil de aprender. Pensar que el cuerpo nos envía señales claras y distintas significa que o no hemos escuchado a nuestro cuerpo (y por lo tanto, asumiendo que yo soy mi cuerpo, no me he escuchado nunca a mi mismo) con atención o no hemos comprendido lo que nos decía. Las lenguas del cuerpo son múltiples, afines a tradiciones de la práctica y la higiene corporal.
Así como el fonema ´n´ es un universal lingüistico, desarrollado en todas y cada una de las lenguas conocidas, el dolor es un universal corporeo, como caminar, defecar o ver. Lo que no significa que, como es evidente en las lenguas, no esté culturalmente construído, inscrito en una historia y una tradición.
Esa percepción a la que llamamos dolor tiene orígenes múltiples, y miles de matices. No hay un ´canal del dolor´ ni una conexión fisiológica dedicada al dolor. No hay ningun objeto que podamos señalar y decir ´esto es el dolor´.
La clave creo que sí esta en el contenido de la misma experiéncia. La concepción y la práctica del dolor y el sufrimiento que llevo masticando una temporada acepta como valiosa toda experiencia (que nunca se da aislada, nunca puedes cortar aquí y allá y decir, ´he aquí una experiencia´). Creo que, una vez pensado un poco más todo esto, que sí, el sufrimiento tiene un valor. Lo que hay que sopesar es si ese valor merece la pena. Si es o no innecesario. Otra cosa es que sea o no ineludible. Y sí, creo que mi experiencia del dolor y el sufrimiento en el tatami de karate puedo extenderla a toda mi vida.
Mis textos de referencia para este tema han ido desde la literatura (Duras), la antropología (D. Morris sobre todo, pero también Le Breton) o incluso una vertiente más teológica (CS Lewis).
Mis textos de referencia para este tema han ido desde la literatura (Duras), la antropología (D. Morris sobre todo, pero también Le Breton) o incluso una vertiente más teológica (CS Lewis).
El dolor y la práctica marcial by Juan Enrique Ordóñez Arnau is licensed under a Creative Commons
Buen texto. Muy interesante la práctica marcial, me encantaría leer más textos en que se le diera un tratamiento o una aproximación filosófica. Aquí en Occidente apenas las valoramos como tal, pero en Oriente cada arte marcial implica una ideología con la que se ha de ser consecuente. E incluso, se podría decir que esa ideología se expresa en las formas en que se ejecuta el arte marcial.
ResponderEliminarSi me permites un apunte, si bien es cierto que el sonido nasal+coronal (la "N") es a día de hoy universal y en el pasado supongo que sería prácticamente universal; el dolor, podrías haber considerado dos excepciones: Síndrome de Riley-Day e Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis. Sería curioso tener experiencia de su sufrimiento, ha de ser un sufrimiento muy distinto al nuestro, un sufrimiento no asociado a dolor.
Muchas gracias por el apunte. Tengo una semana infernal, pero encontraré un momento para informarme sobre las excepciones que me apuntas y conversar como se merece. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Supongo que es pura manía, sobre todo porque entiendo perfectamente a lo que te refieres con Occidente-Oriente, pero me resulta problemático. Prefiero primero hablar de, en mi caso, Europa y Japón. Mas que nada por dos cosas: primera porque cuando dices Oriente, puedes estar hablando de Arabia Saudí, India o Japón. Y segunda porque Oriente le da una aureola mística a las artes marciales que no creo que ayude a un estudio serio de las mismas. Dicho esto, está muy extendida la imagen de que en Japón se entrena y practica mejor, con más "consecuencia" con la "ideología". Tuve la suerte de poder vivir y entrenar en Japón por un largo periodo de tiempo. Y no es oro todo lo que reluce. Es cierto que hay una gran tradición y compromiso, mucha inversión y reconocimiento, y que ser profesor de artes marciales es una profesión reconocida y de prestigio. Esto genera muchas escuelas, muchos practicantes serios, y grandes maestros. Pero Japón ha sufrido (para bien o para mal) el mismo proceso de deportivización y la misma pérdida de valores en las artes marciales que el resto del mundo. Y hay muchísimos practicantes en Japón que practican artes marciales como un deporte más. Pura ejercitación gimnástica. Y es más probable que nunca hubiera una edad de oro del Bushido en la que todos los artistas marciales eran filósofos y poseían una gran espiritualidad. Esa fue la historia que nos vendieron / les quisimos comprar a los románticos del XIX japonés como Inazo Nitobe.
ResponderEliminarCon respecto a la segunda parte, apuntas un par de cosas muy interesantes. Por supuesto, en un estudio serio del dolor las excepciones tienen un valor incalculable. No se puede dejar de señalar que el Sindrome de Riley-Day es hereditario. Eso ata el dolor a un componente corporeo. Y digo corporeo y no biológico porque no se limita a lo biológico, lo sobrepasa y se desborda en lo cultural. El uso que hago aquí de universal es el de que, potencialmente, por el hecho de ser cuerpo, un ser humano puede sentir dolor. Pero esa potencialidad está también abierta al error, al fallo. Caminar es un universal humano, pero una enfermedad o un accidente puede privar de esta posibilidad a cualquiera. Pero no por ello deja de ser un universal. Esto sí, al señalar los límites de esa universalidad, nos ayuda a comprenderla mejor. Lo que señalan los afectados de estos síndromes, que es un tema tratado por D. Morris en ´La cultura del dolor´, es que lo sufren como una enfermedad. El dolor es una ayuda necesaria para evitar lesiones (en ocasiones graves) desde quemaduras, roturas y hematomas hasta erosiones en la piel por posturas sostenidas que ciertas micro sensaciones nos ayudan a corregir. Jamás recomendaría, por ejemplo, hacer artes marciales a una persona con este problema. Jamás porque no tardaría en provocarse graves lesiones. El dolor es un gran maestro para el practicante, que aprende a leer en su dolor para elegir el camino correcto. Cuándo un dolor es un gran esfuerzo y cuándo un sobreesfuerzo. Cuándo es simplemente un golpe sin consecuencias y cuándo es algo lesivo.
Por último, me parece muy interesante tu propuesta. Cuál es su percepción del sufrimiento. Dado que el dolor nace de la materia prima o bruta del cuerpo, y que es imposible hacer una separación clara entre lo corporal, lo biológico y lo cultural (entre otras cosas porque no existe tal separación) analizar la percepción de estas personas de su propio dolor y su sufrimiento y cómo qué diferencias perciben con las concepciones y prácticas de la cultura a la que pertenecen, puede señalarnos elementos muy interesantes sobre nuestra propia idea de dolor y sufrimiento. Pero habría que tener el cuidado de no extender esas conclusiones a toda cultura posible; no hay que olvidar que estas personas, a pesar de no sufrir "dolor", pertenecen a una cultura, y han construido su identidad y su cuerpo desde ella. Sería extremadamente interesante hacer un estudio comparativo no sólo con personas de su misma cultura, sino de otras distintas con su mismo síndrome.