viernes, 25 de febrero de 2011

Una lectura crítica de “la Constelación Posnacional” de Jürgen Habermas


Muchos han sido los movimientos y acciones despectivas con una actitud crítica, en el doble sentido que se le da a esta palabra desde la primera generación de la Teoría Crítica (esto es, no sólo análisis de los criterios de racionalidad, sino también de las posibles líneas de transformación y empancipación) que se han generado desde el último cuarto del siglo XX, y acentuado desde la caída de la Unión Soviética. Estos movimientos han ido desde los básicos ataques a la inutilidad de los análisis filosóficos, los más sofisticados intentos de cancelación de tendencias emancipadoras con la cancelación de la Historia, hasta la consideración de la caída de la Unión Soviética como una popperiana falsación del marxismo y con él de toda filosofía de pretensión transformadora del mundo. De una manera esquemática, podríamos decir que ideología es, para Marx, todo intento de hacer pasar como esencial y natural aquello que es histórico y contingente. Ideología fue, en ese sentido, el hegeliano intento de mostrar el imperio Austro-Húngaro como el fin y cumbre de la Historia, realización en el mundo del Espíritu, como también lo es todo intento de colocar en ese mismo lugar al sistema capitalista y el modelo de estado-nación. Jürgen Habermas ha sido el filosofo de cabecera de la social-democracia europea de los últimos 40 años. En el grave contexto de una crisis económica, ecológica y social, que algunos considerarán, en línea con estas lecturas ideológicas, perturbaciones en el sistema, contingentes y solventables, y no productos y contradicciones estructurales del mismo, una lectura crítica de su libro “La Constelación Posnacional” nos puede proporcionar unos puntos de anclaje teóricos desde los que abordar filosóficamente estos problemas con la idea de combatirlos, y no de dar simple fe de su existencia.
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El concepto del yo en la película Persona de Ingmar Bergman

¿Qué diferencia hay entre una metáfora y una explicación en un lenguaje técnico? ¿Qué aporta el elemento artístico a la comunicación? Podemos hablar acerca de Persona, la película de Bergman, pero siempre seremos mucho menos elocuentes que la película misma. Podemos tratar de explicar o dar definiciones a qué es la angustia existencial, pero quedaría sin el referente, la experiencia directa de la angustia que nos proporciona el filme.
Ingmar Bergman, nacido en Upssala, Suecia, en 1918 es considerado uno de los grandes cineastas de todos los tiempos y un genial director de teatro.
Su vida estuvo marcada por la dura disciplina a la que se vieron sometidos él y sus hermanos por su padre, pastor protestante, sumergidos en un ambiente sumamente religioso con castigos que hoy en día se considerarían vejatorios (al joven Bergman le ponían una falda roja cuando se orinaba en la cama, lo que ocurría a menudo). Este ambiente propició que se convirtiera en un espléndido mentiroso y dedicara horas y horas a huir preparando funciones teatrales con su hermana para un pequeño teatro de marionetas y jugando con un cinematógrafo de mano. Además de proporcionarle fructíferas neurosis que arrastraría toda la vida y marcarían su obra.
En la adolescencia Bergman desarrolló su interés por el cine y el teatro, y en sus lecturas quedó fuertemente marcado por Nietzsche, Strindberg y Sartre, piezas clave en sus filmes. Es interesante la relación entre Nietzsche y Strindberg; este conoció la obra de Nietzsche a mediados de 1899, unos meses antes de su muerte, y quedó profundamente impresionado. Conoció la muerte de Nietzsche por un amigo mutuo, y (¿casualmente?) escribió sus dos mejores obras, “la Más Fuerte” y “la Señorita Julia” en el transcurso de ese mismo año.
Bergman conoció el éxito desde muy pronto, tanto el económico como de crítica, y alcanzó el reconocimiento internacional rodando filmes considerados obras maestras, especialmente ‘El séptimo sello’ (1957) y ‘Persona’ (1966), otorgándole la comunidad cinematográfica mundial los más grandes premios internacionales.
Persona (1966) está llena de elementos brechtianos, llamando al espectador a percibir las imágenes como lo que son, reflejos y sombras de la realidad, representaciones.
Imágenes del encendido y apagado de la máquina de proyección, miradas a la cámara de los personajes, falsas roturas de la película, vodeviles e incluso escenas con las cámaras y el personal del rodaje. El espectador ha de darse cuenta de su condición de espectador y ver la película con toda la objetividad que le sea posible.
Persona está basada en la obra teatral ‘La más fuerte’ de Strindberg, considerado uno de los mejores monólogos de la historia y una obra cumbre de la literatura escandinava. La obra parte del encuentro de dos mujeres, señorita X y señora Y en el que una habla, mientras que la otra tan solo realiza algunos gestos sutiles, algún asentimiento. La segunda mujer, la que habla, va crispándose en una neurosis provocada por el silencio, por la fortaleza psíquica, de la segunda, apoyándose en algunos sucesos, quizá imaginados, del pasado común. Esta obra es un sublime ejemplo de un tema recurrente en la obra del autor, el vampirismo psíquico o la lucha de cerebros, del que podemos encontrar muchísimos casos en la obra de Strindberg, que tanto ha influido en la de Bergman.
Otra influencia en la obra que nos ocupa es la de Sartre. La obra tanto teatral como filosófica del pensador existencialista ha marcado la producción de Bergman, y es clave para la comprensión del film, punto al que nos remitiremos más tarde.
La trama reune a dos mujeres, Elisabet y Alma en una casa junto a la playa apartada del mundo. Elisabet es una afamada actriz de teatro que, sin razón aparente, ha dejado de hablar. Tras una breve estancia en el hospital, su médico le recomienda ir una temporada a su casa de la playa junto a Alma, su enfermera, una mujer prometida sin ningún tipo de ambición o aspiraciones. Alma admira sinceramente a Elisabet, que, dada su situación lo único que hace es escucharla. En esta situación, Alma desata miedos y perturbadores recuerdos, secretos íntimos y va siendo absorbida lenta pero inexorablemente por Elisabet. Por un descuido de esta y la curiosidad de la enfermera, Alma lee una carta dirigida de su enferma a su médico, en la que Elisabet afirma disfrutar estudiándola, comentando secretos revelados por su cuidadora. Esto desata un odio visceral, y una profundización de la herida anímica de la que bebe la actriz enmudecida. La trama concluirá con el estallido de Alma y la liberación de las cadenas psíquicas a las que estaba sometida la enfermera.
La película puede tener varias lecturas, todas ellas complementarias (quizá incluso necesarias). Una de ellas es la de una historia de vampirismo psíquico. Elisabet Vogler, con una terrible fuerza de voluntad que la lleva a dejar de hablar y apartarse de su familia por convicciones, se recluye junto a una endeble enfermera, Alma, llena de miedos e inseguridades, con una vida sencilla y sin aspiraciones que la admira enormemente. El silencio de Elisabet hace que Alma comience a hablar y hablar, a sacar todo aquello que lleva dentro, escondido para todos, y poco a poco va absorbiéndola, anulándola, sin mas armas que su fuerza psíquica. Llega un punto en el film en el que Alma queda completamente anulada y no es mas que una extensión de Elisabet, que la controla como una marioneta (escena con el Sr. Vogler), y llega incluso al vampirismo real, chupando la sangre que mana de la herida de la muñeca de Alma. Estalla Alma con violentas reacciones llegando incluso a la agresión física y un agónico ‘Yo no soy Elisabet Vogler’, impotente, a lo que Elisabet responde, en una reveladora escena, con una sonrisa.
Una segunda lectura nos muestra a dos personas de un muy diferente origen social, con vidas radicalmente distintas, cuyo encuentro, a solas, cara a cara, destruye por completo las distancias sociales. La vida, el encuentro de las personas alejadas de sus respectivos círculos sociales, deja tan solo dos seres humanos desnudos; las convenciones sociales no pasan de ser precisamente eso, constructos, que quedan atrás cuando nos alejamos de la vida social.
Una tercera lectura, por último, es la sartriana. Dice la médico al inicio de la película:
¿Crees que no lo entiendo? El sueño imposible del Ser. No de parecer, sino de Ser. Consciente en cada momento, vigilante. Al mismo tiempo el abismo entre lo que eres para los otros y para ti misma, el sentimiento de vértigo y el solo deseo constante de, al menos, estar expuesta, de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada. Cada palabra una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca. ¿Suicidarse? ¡Oh no! Eso es horrible. Tu no harías eso. Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio. Por lo menos así no mientes. Puedes encerrarte en ti misma, aislare. Así no tendrás que desempeñar roles, ni poses caras ni falsos gestos. Piensas. Pero ¿ves? La realidad es atravesada, tu escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar. Nadie pregunta si es real o irreal, si tú eres verdadera o falsa. La pregunta solo importa en el teatro. Y casi ni siquiera allí. [...] Te entiendo Elisabet. Te entiendo y admiro. Creo que deberías mantener este papel hasta que se agote, hasta que deje de ser interesante. Entonces podrás dejarlo. Igual que poco a poco fuiste dejando los demás papeles.’
Expone, en la película, la angustia del aparentar, del no llegar a la autenticidad del Ser sino a un dejarse llevar por las convenciones. Haciendo un escueto resumen, en categorías sartrianas dividimos al ser en un para si (conciencia, nada) y un en si (existencia. Partiendo de un ateísmo, los entes sólo tienen esencia en tanto que hay una finalidad, una planificación en su creación, por lo que el hombre carece de esencia, carece de naturaleza). La esencia del hombre es posterior a su existencia y ha de ir recreándose, redefiniéndose continuamente. Por ello, su para si es la conciencia, su esencia, y a la vez la nada, una creación, solo hay un en si, una existencia. Y es por ello por lo que la única palabra que articula Elisabet en toda la película es ‘nada’. Y es por ello, también, por lo que la película se llama Persona, máscara en Griego. El hombre vive persiguiendo su esencia, redefiniéndola a cada paso, y aceptando, con la inevitable angustia existencial, la nadidad de su esencia. En la elaboración del para si hombre está condenado a la libertad. Debe elegir huir y vivir la sencillez de dejar que otros elijan nuestra vida, nuestro Ser, o desafiar a todo y a todos peleando por construirse un Ser auténtico.
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Persona, Ingmar Bergman (1966) en Internet 1 2 3
Bibliografía:
August Strindberg. Teatro escogido, La más fuerte (Den starkare). Alianza Literaria, 2003, Madrid.
Juan Miguel Company. Ingmar Bergman. Cátedra, 1999, Madrid .
Ingmar Bergman. Imágenes. Tusquets, 2001, Barcelona.
Ingmar Bergman. Linterna mágica, memorias. Tusquets, 2001, Barcelona.
Jacques Aumunt: El rostro en el cine. Paidós, 1998, Barcelona.
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El concepto del yo en la película Persona de Ingmar Bergman by Juan Enrique Ordóñez Arnau is licensed under a Creative Commons