martes, 4 de diciembre de 2012

De la introspección a la extrospección

Uno de los grandes errores predictivos de Marx fue minusvalorar la potencia transformadora de la identidad nacional. En un tiempo, mediados del XIX, en el se empezaba a vislumbrar lo que sería llamado 'globalización' (Marx lo llamó en el Manifiesto Comunista la 'Universalización de la Cultura') pero no su contrapartida, la liquidificación de la identidad (usando el término de Zygmunt Bauman) y las diferentes reacciones a esta (como los diferentes fundamentalismos) la potencia de la identidad nacional que estaba todavía en construcción le pareció a Marx, ante todo, una fuerza reaccionaria. 

Aunque tuvo diversas valoraciones positivas de ciertos movimientos nacionales (y nacionalistas) como el polaco, siempre se movió con recelo ante nacionalismos que él consideraba generados por la burguesía para provecho de la misma, y que sólo en ciertos casos (siempre casos en los que se generaba las condiciones para una revolución) eran aceptables. Marx tenía entre manos la construcción de otra identidad, la identidad de clase. Generando esta conciencia de clase se podría librar la batalla definitiva (la revolución) que libraría al mundo de todas las clases, tras pasar por una pequeña fase de dictadura de la clase revolucionaria por excelencia, la proletaria. 

El problema llegó cuando, enfrentadas ante el dilema de luchar por su nación o por su clase, y a pesar de las proclamas de movimientos de izquierdas, los proletarios optaron masivamente por luchar en las guerras nacionales e internacionales que asolaron Europa desde el final del largo siglo XIX y hasta mediados del corto XX. La potencia de la identidad nacional venció y dio muchos frutos, algunos amargos y otros dulces. No se debe olvidar que fue la potencia de la moderna nación-estado, afianzada en la conciencia nacional, la que contuvo la potencia disolutiva del capitalismo, al menos hasta finales de los 60 y principios de los 70.

Paralelamente, una tercera fuerza surgiría también desde el mismo ámbito germano-parlante de finales del XIX. La fuerza del individualismo crecería hasta tomar unas dimensiones universales con el impulso que las condiciones materiales de la globalización habrían de darle. El individualismo, de nuevo, ha dado grandes cosas pero también ha generado sus pesadillas. Recomiendo ver 'The century of the Self' de Adam Curtis para una buena introducción a estas. Este es el vídeo que ha generado toda esta línea de ideas. Démosle un vistazo antes de continuar. 



El vídeo plantea un punto que me resulta muy interesante. Dejaré a un lado el hecho de que la introspección apartó (incluso seguidores del psicoanálisis bien entrado el siglo XX, con algunas excepciones como Deleuze o Adorno) el cuerpo y lo trató como una máquina cartesiana que alojaba el Ser. 

El hecho de apuntar hacia afuera para buscar el Yo me interesa. No es nuevo (Ortega y Gasset, con su Yo soy yo y mis circunstancias. Y si no las salvo a ellas no me salvo a mi) pero es una buena puntualización. Después de que los horrores del comunismo y el fascismo nos alejaran de la idea de la comunidad, de nación o de clase, las consecuencias del individualismo radical nos llevan de vuelta.  

Los regresos nunca pueden ser completos, puros, sólo pueden ser un enfocar un aspecto del pasado que nos es relevante para construir la narración de lo que queremos ser en el futuro. Construir comunidades en base a la empatía suena estupendamente. Pero no podemos olvidarnos (para no cometer el error de Marx) de que las identidades y las necesidades identitarias pueden ser extremadamente poderosas. Y movimientos del tipo 15M o Occupy, que conectarían con la visión ofrecida en el video, por tener el individualismo como núcleo central de su propuesta, ofrecen identidades débiles, líquidas, que no pueden hacer frente a la solidez de la nación, la religión, o cualquier otro fundamentalismo. 

Ideología es, en boca de Marx, todo aquello que se presenta como natural y esencial, universal cuando en realidad es histórico, contingente y localizado. Cuando algo se presenta como 'esto ha sido así desde siempre, para tu padre y el padre de tu padre' como hace el nacionalismo, está apelando a que se asuma como natural, cuando en realidad sabemos que es histórico, y que las naciones, tal y como las entendemos hoy (vease Gellner) no tienen más de 100 o 150 años. Cuando el político (o el periodista) presenta la economía como fuera de la política, como algo científico y matemático, que no se puede discutir y que no tiene historia, basado en hechos y fundamentos probados, hace exactamente lo mismo. George Soros Warren Buffet afirmaba no hace mucho que la lucha de clases continuaba, y que la suya iba ganando. La ideologización de la economía es su gran caballo de batalla, porque hace pensar que la lucha ya no existe.

El 15 de Octubre de 2011 se celebró, por primera vez en la historia de la humanidad, una protesta global. Fue el despertar de una conciencia global, con las redes sociales como un hegeliano heraldo colectivo del nuevo siglo. Pero si hay todavía fuerza en esa maltrecha idea del progresismo, la de que se puede construir colectivamente un mundo mejor, si esta conciencia global viene a tomar el relevo de este progresismo, deberá afrontar un terrible reto. El de como construir, en un mundo globalizado y globalizador, una identidad que apoye este nuevo progresismo. 

Las diferentes religiones ya tienen su respuesta, con los diferentes fundamentalismos (que no nos engañemos, no son una vuelta al medievo sino un reflejo vivo de lo que es y va a ser el siglo XXI) y el neoliberalismo tiene su respuesta en individualismo capitalista. 'La sociedad no existe' como dijo Thacher, esa gran postmoderna. ¿Es una comunidad global de individuos, atada por los nudos de la empatía, la respuesta que buscamos? No estoy seguro de ello. Quizá combinada con el remedo de la conciencia de clase que es el 99%. 

La identidad de la izquierda ha ido cayendo como un dominó bajo el peso de la caída del muro de Berlín. El electorado conservador (los de una c minúscula, frente a los 'liberales') deben empezar a comprender que son los social demócratas los que realmente representan sus ideas. Así mismo los social demócratas deben asumir que su caída (empezando por su debacle electoral europea) tiene su raíz en que representan unas posiciones conservadoras, una defensa de derechos y statu quo conseguido en el siglo XX, pero ya no un progresismo. Se les han agotado las propuestas por un mundo mejor, sólo cabe lo que hay con una fina capa de pintura. 

Hay una maldición china que dice "Ojalá vivas tiempos interesantes". Es posible que nuestros abuelos se la echaran los unos a los otros, y por eso nos toca ahora vivir estos "tiempos interesantes". Lo único que nos queda es pelear, pero no desde la trinchera porque, como dice Évole en la trinchera se pelea agachado, y agachado no se ve el horizonte. Y es en el horizonte donde debemos mirar para buscar esa identidad progresista que nos llevará a través del XXI hacia una Europa (y un mundo) mejor. A falta de ese modelo, de esa identidad, sólo queda avanzar con la esperanza de que en ese avanzar encontraremos lo que somos. Que, como dice el vídeo, en vez de introspección, debemos salir fuera para encontrarnos.